Violencia e
Inseguridad en Nuestra Sociedad.
Autor: Wilder José
Padilla Valera
“El
hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición
normal de la existencia. Se le otorgó una conciencia. Y ahora ha llegado el día
en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como
comer la carne de otro”. (Martin Luther King, 1929-1968).
En varias
ocasiones hemos tenido la oportunidad de conversar sobre la violencia actual
que se vive en nuestra sociedad, ya sea con nuestros amigos, compañeros de
trabajo, familia, profesores, etc. y en muchas de ellas, hemos arribado a
múltiples conclusiones, y es más, hasta hemos creado fórmulas para
solucionarlo, claro!, en muchas de ellas con cierto idealismo y buena voluntad
y en otros con cierto grado retributivo sopesado con el dolor de la víctima o
agraviado;
Debemos tener
presente que la violencia siempre ha existido, ¡eso es incuestionable!; sin
embargo, en la actualidad, se tiene más sensibilidad con respecto a la
violencia en nuestra sociedad; esto es, porque los medios informativos y de
comunicación son los que han impregnado la toma de una conciencia colectiva
sobre este tema; tanto así, que se tiene la sensación de que la violencia se ha
incrementado exponencialmente.
Pero ¿qué pasó?,
¿recuerdan ustedes (para los que estudiaron derecho) que en las clases de
Criminología se hablaba de la Ley de la evolución de la criminalidad?, ¿acaso
ha fracasado dicho “postulado” formulado por la Criminología clásica?, pues
claro que sí, ya que mientras Alfredo Nicéforo, Enrico Ferri, etc.
pronosticaban la disminución de la criminalidad violenta y el incremento de la
delincuencia fraudulenta contra la propiedad, en la medida en que el nivel de
desarrollo y de civilidad fuese en aumento, la “violencia” tenía otros planes
para nuestra sociedad actual, ya que éstos se incrementaron pese a existir un
nivel de desarrollo y civilidad que aumentó hasta nuestra actualidad
(recuérdese que las teorías clásicas de la evolución de la criminalidad fueron
de inicios del Siglo XX);
Queridos amigos,
debemos recordar que no estamos ante un problema minúsculo, ¡claro que no!, tanto
que a la fecha el estudio de la violencia es motivo común y de preocupación no
sólo de los criminólogos, sino también de los sociólogos, psicólogos y hasta de
gobernantes, y una prueba de ello, es la gran cantidad de monografías que se
han escrito y se vienen escribiendo a nivel global.
Uno, ante la
violencia, intenta buscar explicaciones en los factores que degeneran en dicho
fenómeno, y encuentra en nuestra sociedad la existencia de determinadas
tensiones “inherentes” en la vida familiar, en el plano laboral (paros y
huelgas), políticas, económicas, universitarios, etc., en los que no se hace
más que expresar la existencia de una sociedad estructuralmente violenta que genera incluso la aparición de una
propia subcultura que no repudia en absoluto el fenómeno violento; concluyéndose,
sin lugar a dudas, que la violencia no es ajena a nuestra sociedad sino que es
producto de ella, la cual, está lográndose imponer dramáticamente en nuestra
realidad. ¡Así es señores!, la fiebre de ese inconmensurable consumismo, la
desaparición de la jerarquía de valores adherido a un pragmatismo materialista,
ausente de los más elementales valores humanos como los éticos y solidarios, permiten
consolidar la gesta inevitable de la violencia. Esa forma y mayor facilidad en
la consecución del dinero, el anonimato de la gran ciudad, ese cambio radical
de vidas que implica un cambio de entorno, de costumbres, constituyen una
proyección constante hacia el delito violento.
Asimismo, es
innegable que un rápido desarrollo económico repercute en el incremento de la
criminalidad violenta, ¡pues claro!, porque esto supone que las personas se generen expectativas de un cambio económico hacia
arriba para ellos y sus familias, todo ese cambio va a generar que se origine
la que llamamos una vida sin descanso, con pluriempleos, el trabajo vertiginoso
y todos neuróticos para conseguir más dinero en una sociedad cada días más
insatisfecha producto de ese consumismo enfermizo, lo que a la larga degeneran
en la proliferación de hechos violentos. Es este crecimiento económico aunado al
crecimiento de las tasas de natalidad, los que van a originar, o ya se vienen
originando, la exigencia de mayor cantidad y calidad de los servicios públicos
en general, y que su inatención creará una masificación de personas insatisfechas
que intensificará las causas del comportamiento violento;
Ante esta
violencia generalizada y la posterior inseguridad que esto causa, la población
intenta buscar medidas radicales, como algunos, con la impotencia a más no
poder (víctimas), alientan hasta restablecimiento de penas de muerte para
aquellos que atentan contra el bien más preciado como es la vida, o en todo
caso, el aliento al incremento exponencial de las penas que se deben aplicar a
los infractores penales, para aquellos que priorizan el bien material como el
dinero a costa de la privación de la vida de una persona, para éstos se aliente
(la población) penas muy altas; sin embargo, como se ya ha demostrado
históricamente, el incremento de las penas no conlleva a una solución correcta
de este problema que engloba a estos delitos violentos (en su mayoría
degenerados de esa estructura violenta que hemos creado dentro de nuestra
sociedad), y que, por lo demás, estos incrementos de las penas ha demostrado su
ineficacia;
Efectivamente,
el endurecimiento de las penas para estas personas que perturban nuestra
sociedad con la comisión de delitos violentos no es la acertada y ha demostrado
su ineficacia, como ya lo expresara Cesare Beccaria hace tres siglos atrás, de
que no es la mayor crueldad y extensión de la pena, sino su infalibilidad,
es lo que constituye un arma eficaz de la lucha contra la criminalidad; esto es,
que la aplicación de la ley y la seguridad de la aplicación de la misma sobre el
infractor conducirá a que sea contundentemente eficaz la vigencia de la ley
penal; no sólo tener a la norma o ley que castiga con una pena alta o baja,
sino que dicha pena (contenida en la ley) deba ser aplicada y cumplida en toda
su rigurosidad y que ésta no debe fallar; es decir, no debe equivocarse, deberá
ser aplicada y deberá castigar al verdadero infractor, no al presunto; debe existir
una aplicación sin margen de error y sin margen de impunidad; a esto se refiere
con la infalibilidad. Y todo esto aunado a una potenciación y modernización de
una policía y/o custodios del orden, generará ese grado de eficacia en la lucha
contra esa violencia criminalizada; pero debiéndose advertir que las causas y/o
génesis de la violencia se encuentran dentro de la estructura misma de la
sociedad que deberán ser evaluadas y reestructuradas en su momento, y ese momento
a cual hago referencia, ¡debió empezar ayer!.
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